jueves, 5 de noviembre de 2015

Puntos suspensivos (La forma de las nubes II)

Te recuerdo mientras observo como se consume la vela que ilumina tu ausencia, y cuyo único objetivo es rendir honor a todos los recuerdos que se lleva el humo con su revolotear.

Pienso en cómo algún día aprendí que eras música, y que yo, a tu lado, también lo era. Pienso en cómo lo olvidé. 
Pienso en cómo aprendí que los silencios son notas obligadas en la partitura de tu piel, escrita en braille para ser leída solo por mis manos, mismas que ahora apagan el cigarro que contamina un poco más que mis pulmones.

Trato de escribir, sin el éxito de cuando era tu perfume el que parecía mover mis manos al explotar en papel para ti.
Ahora escribo al viento, dejando que se lleve aquella promesa de un continuará, y con el deseo de que las palabras te alcancen en alguna brisa de febrero. 

Bailo con tu fantasma en esta sala sin muebles, sabiendo que no eres el único fantasma que ronda dentro de estas cuatro paredes. 
A pesar del encierro, me siento libre, al menos lo suficiente para ir dejando mis complejos junto con el desorden que dejaste al irte.

Y así, como si de rehabilitación se tratase, dejo que la tarde se apague sin prender las luces, permitiendo que el curso natural de la vida penetre en mis ojos, los cuales cierro en señal de luto.

Rindiéndome de nuevo ante el papel, por fin lo entiendo. Así como contigo, nada se resume a las palabras, sino a la correcta colocación de puntos suspensivos.