No suelo escribir prosa, o por lo menos una prosa que no trate de enredar en palabras un pensamiento. Esta vez sólo quiero expresar una idea. Una idea que cientos de mentes han tratado ya de expresar y que esta vez será desde mi humilde punto de vista.
¿Por qué nos cuesta tanto trabajo saber lo que queremos en la vida, y por qué al lograrlo a veces nos seguimos sintiendo vacíos?, ¿Cómo hacer entonces para saber que es lo que en realidad nos llena? El número de respuestas es infinito. Sin embargo, yo propongo una de ellas, para quién este dispuesto a leerla.
Afortunadamente, o desafortunadamente diría yo, la vida nos a dotado de una cajonera para organizar nuestros sentimientos, nuestros sueños y las experiencias con las que nos vamos encontrando. Cajonera forjada por las manos de la moral, la religión, la sociedad, la filosofía, nuestra familia, nuestra educación y las ideas de unos cuantos.
Sólo existe un problema. Sus cajones están ya definidos y muchas veces no dan espacio a la interpretación. Muchas veces nos vemos petrificados al no saber (o no querer saber) que meter en los cajones de lo "normal", "anormal", "merecido", "no merecido", "correcto", "incorrecto", "debido", "indebido"... ¿Entonces qué hacer con ella?
No es necesario destruirla. Parte de la magia de las experiencias es atesorarlas, y además de atesorarlas utilizarlas para crecer. Lo importante es saber que esta cajonera simplemente es una guía, y no dejar de meter experiencias que nos llenan simplemente porque parecen no caber en esos compartimentos que la gente presume comprender.
¿Cuantas cosas estamos dejando de vivir? ¿Cuantas cosas no sabemos que nos gustan porque no nos damos el lujo a probar, por el que dirán, porque no es lo debido, porque no es lo que planeamos, porque no es lo correcto, porque no lo recomiendan los psicólogos, la sociedad, la religión......? ¿Cómo tomar un tercer camino cuando nos hacen creer que solo existen dos?
¿Qué pasaría si un día despertamos y no estuviera esa cajonera? ¿Si no existiera el concepto del bien, del mal, el juicio en general? De una cosa estoy seguro; descubriríamos lo que queremos en realidad, aquello que nos da plenitud pero que nuestros ojos adaptados a esquemas sociales podrían estarse negando ver.
Es hasta que nos libramos de todo filtro mental que podemos ver claramente lo que queremos. Es normal querer decidir que hacer con eso después, pero no antes. El secreto está en tratar de ser niños otra vez, recuperar esa ilusión que ahora tenemos la fuerza de proteger con nuestras convicciones.
Basamos nuestra vida en pensar qué cabe en nuestra cajonera, cuando en verdad deberíamos primero pensar en que queremos meter en ella. El entorno se ha encargado de construirla, pero no somos conscientes de que está en nosotros modificarla. Al fin y al cabo es nuestra cajonera, es nuestra vida y son nuestras experiencias las que guardamos ahí.
Yo por lo pronto, me rodeo de cajones rotos y escombros; no puedo meter nada porque los cajones no están listos. Si estuvieran listos no sabría que meter. Ahí esta el reto, en la paciencia de saber que reacomodar implica un vacío. Vacío que no todos estan dispuestos a soportar, aunque sea para mejor.
¿Quién soy yo para decir estas palabras?
Nadie, un simple aprendiz de carpintero, cansado de acomodar mis sueños en cajones ajenos.