jueves, 5 de noviembre de 2015

Puntos suspensivos (La forma de las nubes II)

Te recuerdo mientras observo como se consume la vela que ilumina tu ausencia, y cuyo único objetivo es rendir honor a todos los recuerdos que se lleva el humo con su revolotear.

Pienso en cómo algún día aprendí que eras música, y que yo, a tu lado, también lo era. Pienso en cómo lo olvidé. 
Pienso en cómo aprendí que los silencios son notas obligadas en la partitura de tu piel, escrita en braille para ser leída solo por mis manos, mismas que ahora apagan el cigarro que contamina un poco más que mis pulmones.

Trato de escribir, sin el éxito de cuando era tu perfume el que parecía mover mis manos al explotar en papel para ti.
Ahora escribo al viento, dejando que se lleve aquella promesa de un continuará, y con el deseo de que las palabras te alcancen en alguna brisa de febrero. 

Bailo con tu fantasma en esta sala sin muebles, sabiendo que no eres el único fantasma que ronda dentro de estas cuatro paredes. 
A pesar del encierro, me siento libre, al menos lo suficiente para ir dejando mis complejos junto con el desorden que dejaste al irte.

Y así, como si de rehabilitación se tratase, dejo que la tarde se apague sin prender las luces, permitiendo que el curso natural de la vida penetre en mis ojos, los cuales cierro en señal de luto.

Rindiéndome de nuevo ante el papel, por fin lo entiendo. Así como contigo, nada se resume a las palabras, sino a la correcta colocación de puntos suspensivos.


domingo, 19 de abril de 2015

La forma de las nubes

Solía pedir mi café muy caliente, tal vez por la necesidad de calentarme por dentro. Acostumbraba acompañarlo de bocanadas de tabaco barato, cuyo humo revoloteaba en mi estómago en ausencia de mariposas.

Caminaba sin rumbo por las calles, tal vez para perderme, o tal vez para encontrarme por fin. Me acompañaba de música nostálgica, cada nota ahogando la añoranza en la que hundía mis pestañas.

Tú, en cambio, caminabas por la ciudad como si fueses su dueña, tal vez porque de haberlo querido lo serías. Bailabas al compás de los sonidos de la calle, siendo tu ritmo la vida misma.

Cargabas siempre contigo esa bicicleta color azul; parecías pedalear entre nubes, más que entre el asfalto de esa ciudad que compartíamos.
Robabas miradas sin permiso, apropiándote de pupilas distraídas. Era el brillo de tus ojos aquel faro en la tierra.

Pediste tu café muy caliente, robando también ahora mi mirada y haciendo que dos pronombres se convirtieran en uno. Aún cuando las alas no hacen al ángel, derramaste un poco de cielo en mi café, cielo como aquel de tu bicicleta en la que te veo alejarte mientras mi cuerpo tiembla.

Empezamos jugando a ser viento, aunque tú no necesitaras de mis juegos para zurcar los cielos. Empezamos jugando a ser agua, aunque yo tuviera más anclas de las que paradas necesitara hacer en el viaje. Al final, jugamos a ser nosotros, sin la consciencia de que el cambio de pronombres puede depender de un simple cambio de estación.

Solias decirme que me amabas, tal vez porque no te diste cuenta cuando dejaste de sentirlo.
Solías escuchar cuanto te amaba, tal vez porque a pesar de todo, mis palabras endulzaban algo más que a tus oídos.

Y fue así como el azúcar dejo de ser dulce. Fue así como las notas parecían acomodarse para hacerte una sinfonía. Fue así como las nubes tenían ahora sólo forma de bicicletas.

Fue así como me quede inmóvil mientras pedaleabas hacia el horizonte, hundiendo mis labios en aquel café, ahora frío. 



domingo, 8 de marzo de 2015

Murmullo

Maldigo el día que decidimos medir el tiempo
Maldigo saber cuantas horas paso sin ti
Ese fraccionar de mi sufrimiento en instantes 
Ese contar dedo a dedo las carencias 

Maldigo el día que decidimos marcar la dirección 
Maldigo saber que sólo existen dos polos, tu norte y tu sur
Ese navegar sabiendo que el rumbo es inalcanzable 
Ese anclarse en el hastío por no ver tu tierra

Maldigo las letras por permitirme escribirte sin que me leas
Maldigo a la lingüística por darme las herramientas 
Ese vocabulario que no parece servir más que para describirte 
Esas palabras que parecen juntar sus sílabas para ti

Maldigo mi mente que parece no querer tener vacaciones 
Maldigo mi mano por sólo tener otros dedos que embonan con ella 
Esa mente cuya función es imaginarte en todo posible escenario 
Esa mano que ha perdido sus funciones por no estar acompañada 

Pero no te maldigo a ti
Me maldigo a mi por saber que soy tu sombra
Maldito yo 
Bendito tu