viernes, 1 de agosto de 2014

Vaivén

Y llegó ese día, que sin consultarlo con el sol, se agota entre tus brazos para darle paso a nuestra noche. Noche en que las estrellas, como caridad, me regalan un poco de su diplomática luz. Luz que recuerda que siempre hay un mañana, sin importar la cantidad de alcohol que corre por mis venas. Mis venas que corren solas, tanto que buscan fundirse con las tuyas. Aunque sea sintiendo el pulso de tu muñeca mientras tomo tu mano. O el palpitar de tus labios mientas exploro cada centímetro de tu boca. O aquel nerviosismo en las piernas de saber que tu eres el indicado. Si así lo quieres. 

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